martes, 19 de abril de 2011

DEEP Nº 2

POLAROID 5

Una maleta rota es lo que se ve. Es quizá lo único que trae el viajero que llega a cualquier parte y al que, tarde o temprano, algo se le rompe siempre como a un espejo en espera de un impacto fatal, esperando tan solo saber el momento exacto en que eso ocurrirá (igual ahí reside la gracia…).
Lo primero que vislumbra el recién llegado a cualquier lugar suele ser siempre una cruz altiva colgada en lo alto de cualquier barrio obrero, al lado mismo del mismo descampado de turno, con los mismos rastrojos y malas hierbas de siempre, esas que suelen ejercer de aviso y a la vez de reclamo para todos. Todos solemos llegar rotos y muy rotos nos solemos ir, humanos circulares, devoradores. Somos incalculablemente frágiles. Nos rompemos por todo y por todos lados: por un accidente de coche, por un desamor, por una enfermedad, por un pequeño contratiempo, por un mal gesto, por un mal paso…
Y aún así seguimos yendo y viniendo como si algo sobrenatural nos impidiera detenernos a pesar de todo. Y ahí quizás es donde se obra el milagro. Bienvenido viajero roto, te lo digo yo que me rompí al nacer.

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