lunes, 25 de abril de 2011

POLAROID INÉDITA


Todo se mueve. De la oscuridad a la luz. Del sol de la tarde al apagón de un cortocircuito. Mi vida se mueve como un vagón descontrolado y sin destino. Los estados alterados forman parte de mi normalidad, que me empujan a una realidad distorsionada, casual y arrítmica. Mi corazón bombea mentiras a través de un interior defectuoso y sombrío. La velocidad que imprimen mis nervios revuelca mi cordura como una débil llama a la intemperie. La foto está movida. Surge de la desazón de mis manos inquietas, inestablemente insanas. No soy un ser deprimido. Soy un ser alterado. Maniático y doliente. A veces creo estar en calma, pero es tan sólo la alucinación atroz de un ensueño hermético. Todo se mueve en esta polaroid malgastada. No consigo definir los objetos, los paisajes, las luces de la tarde que mi piel refleja, las cálidas vivencias resbaladas en mis mejillas por unos ojos muertos. Entretanto ignoro sonrisas que se estrellan y fulminan, en el congelador portátil de mi cámara de fotos instantáneas. Todo se mueve. Como mis deseos insatisfechos. Como mi enorme amargura arraigando y penetrando en lo más hondo de mi quietud. La sustancia en mi sangre.
Todo al fin se mueve.

POLAROID INÉDITA


Ella lo sabe. Cumpliremos casi veinticinco años juntos. Con lagunas profundas y charcas que no pasan de los tobillos. Con hartazgos de amor y desamor; secretos entre mis manos entumecidas y su cuerpo de astillas negras. Negras de tanto arder en noches innumerables y dolosas. Ella lo sabe y calla. Calla tanto que su silencio cromado me perturba. Nunca se quejó de nada. Incluso después de estrellarla contra escenarios de soledad y ansia. Siempre he creído que me pondría una demanda por malos tratos. Pero la muy puta calla. Y esconde una dignidad (¡insana!) que para mí quisiera. Al acariciarla grita. Pero grita convulsa porque condeno su hermosura soñada y la transformo en un ridículo objeto de feria. No debiera ser yo quien la acariciara, quien la poseyera. Ella lo sabe. Y calla. La muy puta. La golpeo con la rabia de quien no puede (ni es capaz) sacar nada decente de ella. Atacando este instrumento cuasi sagrado, la catarsis higieniza la suciedad visceral que fluye por mis propias venas como sangre podrida.
Ella lo sabe y calla.


DEEP Nº 4

POLAROID 7


Lo primero que busca el viajero es un sitio donde instalarse. Si tienes riñón no hay problema. Si tienes medio riñón puedes quedarte en un hotel hasta que encuentres algo mejor. Si tienes un cuarto de riñón puedes buscar hostales o pensiones, pero si no notas en tu cuerpo ese órgano ya te puedes ir buscando alguna habitación con baño compartido.
Nuestro viajero pasó por esta calle y antes de entrar tiró la botella de agua consumida que aparece en el asfalto, como una piel más arrancada, como una necesidad satisfecha por los pelos.
Él no puede poner remitente por el momento en las cartas que tenga que escribir a sus orígenes. Más fácil lo tiene quien no los tiene.
Al entrar en la habitación extraña tiene un impulso patético de hacerla suya. Pero las noches frías le recuerdan una y otra vez su propia desnuda soledad que alguna vez tendrá que llenar.
De su maleta rota saca dos fotos sudadas del tiempo que le miran desde unos ojos que a menudo le derrotan: una de sus padres, otra de sus hermanos y hermanas, haciendo de recuerdo maldito por su calidez fingida o por esa presencia de la que siempre quiso huir.
El primer desayuno se resuelve con un trozo de pan duro y algo de chocolate derretido por el viaje.
Al salir a la calle ve la botella de agua vacía que él mismo tiró.
Camina sin prisa y con emoción por la novedad, como un corazón trasplantado impulsando sangre extraña.
Transita despistado y abatido hasta que el sol se apaga.
Es domingo y debe esperar la polaroid del lunes.
Esa noche los crujidos son nuevos y no le dejan dormir. Se levanta y orina el agua que bebió de la botella vacía, tan vacía como esas manos suyas con que llegó.

DEEP Nº 3

POLAROID 6

martes, 19 de abril de 2011

DEEP Nº 2

POLAROID 5

Una maleta rota es lo que se ve. Es quizá lo único que trae el viajero que llega a cualquier parte y al que, tarde o temprano, algo se le rompe siempre como a un espejo en espera de un impacto fatal, esperando tan solo saber el momento exacto en que eso ocurrirá (igual ahí reside la gracia…).
Lo primero que vislumbra el recién llegado a cualquier lugar suele ser siempre una cruz altiva colgada en lo alto de cualquier barrio obrero, al lado mismo del mismo descampado de turno, con los mismos rastrojos y malas hierbas de siempre, esas que suelen ejercer de aviso y a la vez de reclamo para todos. Todos solemos llegar rotos y muy rotos nos solemos ir, humanos circulares, devoradores. Somos incalculablemente frágiles. Nos rompemos por todo y por todos lados: por un accidente de coche, por un desamor, por una enfermedad, por un pequeño contratiempo, por un mal gesto, por un mal paso…
Y aún así seguimos yendo y viniendo como si algo sobrenatural nos impidiera detenernos a pesar de todo. Y ahí quizás es donde se obra el milagro. Bienvenido viajero roto, te lo digo yo que me rompí al nacer.

miércoles, 6 de abril de 2011

DEEP Nº 1

POLAROID 4

Otra puerta de entrada a esta ciudad: La sala de partos del Hospital comarcal de Elda. Maternidad es la tierna bienvenida para los y las que llegan, un “hola” afectuoso cargado de veneno. La matrona muestra su médica sonrisa irónica ayudando a traer chiquillos y chiquillas como pollitos enfilados al matadero: “Ale!, os propongo hacer turismo en esta vida oscura y extraña”.

En la foto, en un primer término aparece una caseta que yo diría que es la aduana para que cada niño pague peaje. Que sea caro o barato ya se verá. Entre palmeras y sollozos se empujarán buscando un sitio, aunque lo más seguro es que cada uno esté usurpado, o haya ardido, o que tan sólo sea inexistente. Pero en algunos escasos casos, aunque lleguen con las manos vacías, conseguirán ser felices si son lo suficientemente listos. Inteligentes para comprender que amor y dolor son componentes de una pasta total que vuelve y se revuelve como una albóndiga a fuego lento en la sartén de la tierra.
Por favor, no seáis borricos. Intentadlo al menos, aunque os dejéis la vida en ello.