POLAROID INÉDITA
Todo se mueve. De la oscuridad a la luz. Del sol de la tarde al apagón de un cortocircuito. Mi vida se mueve como un vagón descontrolado y sin destino. Los estados alterados forman parte de mi normalidad, que me empujan a una realidad distorsionada, casual y arrítmica. Mi corazón bombea mentiras a través de un interior defectuoso y sombrío. La velocidad que imprimen mis nervios revuelca mi cordura como una débil llama a la intemperie. La foto está movida. Surge de la desazón de mis manos inquietas, inestablemente insanas. No soy un ser deprimido. Soy un ser alterado. Maniático y doliente. A veces creo estar en calma, pero es tan sólo la alucinación atroz de un ensueño hermético. Todo se mueve en esta polaroid malgastada. No consigo definir los objetos, los paisajes, las luces de la tarde que mi piel refleja, las cálidas vivencias resbaladas en mis mejillas por unos ojos muertos. Entretanto ignoro sonrisas que se estrellan y fulminan, en el congelador portátil de mi cámara de fotos instantáneas. Todo se mueve. Como mis deseos insatisfechos. Como mi enorme amargura arraigando y penetrando en lo más hondo de mi quietud. La sustancia en mi sangre.
Todo al fin se mueve.
Todo al fin se mueve.