viernes, 16 de marzo de 2012

DEEP Nº 10

Con los ojos desenfocados por la fría madrugada de invierno o por el desalentador atardecer, mirar el azul del cielo embotado puede ser doloroso o placentero dependiendo del observador y del momento. La ciudad se despereza para quitarse legañas o se arrulla para entrar en el sueño. Siempre he sentido una desazón brutal en el preciso instante en que el día se hace noche o la noche día. En unas ocasiones la transición se trata de un suspiro y en otras parece que el tiempo se ha detenido como un paro cardíaco con el susto de morir, o de vivir que a veces puede ser peor.
La foto habla de ello con los contornos de los edificios difuminados haciendo de las luces imprecisas actores principales.
Si hay ficción o irrealidad en la rabia de los días es precisamente en el cambio de turno, en el momento del baile de persecución imposible del sol y la luna.
Ahí es cuando todo es posible. Cuando la materia rocosa se disgrega para componer un elemento blando y penetrable. Cuando se evapora el mar de la certeza y llueven las dudas. Cuando lo que aparece perece y cuando la oscuridad nos recuerda el origen de nuestra muerte o el fin de la vida.
Nos lavamos la cara y volvemos a mirar la foto y descubrimos unas luces anaranjadas de una casa donde había alguien pero no se le ve porque en el momento de disparar la cámara digital fue a lavarse la cara.

jueves, 19 de enero de 2012

DEEP Nº9 (Publicado en marzo de 2007)


Las historietas de Beltrá trasmiten toneladas insoportables de melancolía.
La puesta en escena es habitualmente nocturna con relámpagos de color entre tanta oscuridad. Los guiones son puestos al servicio de una formidable cotidianidad que casi duele y como un experto cirujano, extirpa con meticulosa pasión cualquier atisbo de esperanza quedando un poso de aceptación desnuda por el pellejo abrasivo de la experiencia y se forma un vapor de tristeza que empapa la visión más seca de una realidad fantástica. Fantástica por su honesta mirada al mundo más real y áspero, del que nadie se escapa. Es como si mirásemos sin remilgos nuestras propias vísceras y diéramos por bueno el ansia que nos causa.
Los personajes aman con fruición pero saben que agarrar el viento deja sus manos vacías y a pesar de todo, siguen buscando la compañía que les aleje, aunque sea durante un balsámico latido, de la soledad de sus trazos, de sus silencios comprimidos y de sus temores.
La indolencia que pasea por las viñetas es tan sólo un profundo sufrimiento padecido casi inconscientemente que les obliga a enorgullecerse como vía de escape digno, al caos catastrófico que supone vivir: lo que yo llamo fragilidad rocosa.
"La habitación 127" se publicó en el número anterior de DEEP. Lo digo por si alguien quiere alquilar esa habitación por una noche y esperar al amor de su vida para perderlo para siempre.