Hay rincones vacíos que suspiran por un relleno. Hay enchufes sin conexión que suplican alguna introducción, aunque sea por aparatos eléctricos impotentes y en desuso, como un placebo para el ansia que desata un ilusorio orgasmo. El espacio sin nada, espera inflarse de algo.
Esta esquinita formada por manises fríos y algo sucios puede inquietar por lo que allí ha podido pasar o por lo que podrá albergar. Su insana imagen habla de horror y daño. Yo al menos no me imagino allí a ninguna chica secándose el pelo con olor a champú para ir al cine con un galán perfecto. Mas bien veo escenas infilmables de películas "snuff". Los salpicones de sangre los pone mi calenturienta cabeza enferma. Veo instrumental quirúrgico, máscaras de látex en un cuerpo con el torso desnudo, gritos desesperados y una cámara fija por la que todos miramos tras la autópsica post-producción.
El aire irrespirable adorna la terrible imagen provocando arcadas de puro miedo y los sonidos de golpes, cortes y huesos rotos ponen a nuestros pies la locura más absoluta, hasta que la muerte resbala por las paredes como una capa de ausencia eterna. Tengo que dejar de mirar ese oscuro rincón. Tengo que dejar de oír, de respirar y de sentir esa fragilidad profunda que noto por pensar así. Me gustaría que todo quedara en inofensivas pesadillas como nubes de tolueno que desaparecen al despertar de una condenada resaca. Pensar el dolor y nada más.
Me gustaría despertar con el corazón agitado y poder abrazar temblando a mi pequeño amor y besarla como si fuese la primera vez. No quiero nada más. Siempre así. Siempre.
Hay corazones vacíos que suspiran por un relleno.